miércoles, 19 de junio de 2013

Nostalgia de una línea eléctrica.

Nostalgia de una línea eléctrica.
Las líneas eléctricas recorren el mundo formando una especie de tejido, que pudiera recordar el sistema nervioso de cualquier ser vivo; las de alta tensión penden de grandes estructuras metálicas que semejan esqueletos apoyados en cuatro patas, soportan cables aparentemente endebles que llevan energía y por tanto vida, a cualquier rincón habitado por el hombre.
A mediados de los cincuenta, no puedo recordar con exactitud el año, pues era  un niño y este es uno de mis primeros recuerdos,  mi padre me llevo con él y tuve la oportunidad de presenciar el armado de unos de estos postes, en un paraje denominado “La Praderona”, lo hacían atornillando pieza a pieza como quien ensambla un mecano, sobre las zapatas de hormigón  previamente establecidas, se trataba del montaje de una línea de alta tensión.
Fue la oportunidad de ganarse unos duros, para aquellos que  tenían la juventud y potencia física suficientes para abrir en la tierra los profundos hoyos,  acarrear y amasar la mezcla para el fraguado, todo ello con sus manos,  sencillas herramientas y escaso jornal  que convenían para la obra terminada; obra que en ocasiones se encarecía y prolongaba debido a la aparición en el subsuelo de roca imposible de romper sin utilizar pólvora, estos riegos eran asumidos por el  obrero que contrataba el trabajo, se cuenta algún caso de saldo negativo para el mismo, como en el “Cumbrico de las Viñas”, donde un hombre tardo un mes en abrir los huecos de las cuatro zapatas, además de adquirir a sus expensas  la dinamita necesaria. En estas tareas terminaba toda la participación de mano de obra local, el resto era trabajo para especialistas foráneos.
Una mezcla de respeto y miedo me invadió, cuando pasado un tiempo  y  estando ya operativa la línea, me acerque por primera vez a la reluciente estructura,  aún estando a  cierta distancia se escuchaba  un  siseo  parecido al de una culebra, pero acompañado de una  especie de “erre” continua que aconsejaba precaución, era algo desconocido e instintivamente estremecedor, para un niño que hasta entonces solo había escuchado  los sonidos de la naturaleza,  y que superaba mi joven razón; mas aún cuando descubrí que  en una de sus grandes patas, brillaba una placa metálica exhibiendo una calavera, ello confirmaba totalmente mis temores, y en ese primer encuentro no llegue a acercarme totalmente al monstruo.
Mas tarde cuando en la escuela aprendí a leer, supe que bajo la calavera había una frase patibularia, “NO TOCAR PELIGRO DE MUERTE”; todos estos signos nos mantenían a nosotros “los rapaces” relativamente alejados, pero no lo suficiente, pues era frecuente utilizar los hierros de su base a modo de campanas  que repicábamos con piedras, recuerdo también como algunos atrevidos se encaramaban  hasta mediada la estructura metálica, haciendo alarde de un arrojo que ahora se me antoja descerebrado.
Durante aproximadamente 55 años el tendido ha formado parte del paisaje, y  ha transportado corriente eléctrica generada en Trives (Orense), hasta la subestación de Tordesillas (Valladolid), con una tensión de  220.000 V. en sus cables, lo cual justifica sobradamente la calavera y demás signos de advertencia; pues bien esta línea está siendo desmontada, las grandes estructuras objeto de mis miedos, desprovistas ya de utilidad caen en silencio, y sus  inaccesibles puntas, son ahora obligadas  a mostrar en el suelo sus secretos con la pasividad de un cadáver, de ello se encarga  una afanosa tropa de maquinas y hombres , uno tras otro los postes son abatidos, triturados y hechos desaparecer con la limpieza y celeridad de un ejército de hormigas.
Sin embargo en toda esta historia de “polvo, sudor y hierro” evocando el poema de Mío Cid, hay una nota de ternura y respeto a la naturaleza; en el paraje denominado “Fuente de los Gallegos”, una cigüeña decidió establecer su hogar en lo alto de una de estas estructuras, allí en pose orgullosa está tratando de sacar adelante su retoños, y por el momento el entramado que la sustenta ha conseguido escapar a la cizalla.
Desde el día en que de la ya desaparecida mano paterna  vi surgir en “La Praderona”,  algo desconocido y que superaba mi entendimiento, hasta hoy que perfectamente comprendido lo veo desaparecer ante el objetivo de mi cámara, ha pasado la mayor parte de mi vida, es  por eso que no puedo evitar que me invada la nostalgia y los recuerdos de una niñez rural,  llena de momentos  vividos puede que un poco en precario, pero impregnados de cariño, naturaleza y libertad.
LEOVIGILDO SANTAMARIA 2013


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