La Navidad ha tocado a su fin, para mí ha sido una quincena
tranquila, lejos del artificial mundo que
hemos montado para envolverla; no he tenido que sufrir febriles compras, al son de villancicos que parecen diseñados para ayudarte a empujar el carro, por la
maraña de cosas que no necesitas; ni pasear por calles llenas de autómatas, que
sostienen una bolsa en una mano, mientras con la otra saludan a todo lo que se mueve, en un enloquecido
deseo de felicidad.
He bebido alguna que otra botella con algún que otro amigo, charlando
en algún bar sin agobios, he cantado algún villancico en la iglesia, he
meditado delante de la chimenea, he visto estrellas colgadas del hielo, he escuchado a
mi madre contando las cosas de antes, y por supuesto he comido pollo y pulpo.
Esta ha sido mi Navidad, sencilla pero feliz; mi mayor deseo
es que la soledad no sea nunca compañera de nadie en estos días.
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